Viernes 01 de Noviembre de 2024

CRÓNICA: El agotador peregrinaje de volar en Venezuela

VUELOS
Los venezolanos pueden toparse en su viaje con llamados a conocer el país, además de enormes fotos del presidente Nicolás Maduro o el fallecido Hugo Chávez bajo la lluvia. Pero un traslado por placer o trabajo puede convertirse en un viaje de pesares en medio de las severas restricciones que existen en Venezuela.

“Sumérgete en un viaje por nuestra hermosa Venezuela y muestra cuanto la conoces”, “¡Qué chévere es Venezuela!, el amigo “Cheverito”, unas fotos a gran escala del presidente Nicolás Maduro junto al fallecido Hugo Chávez bajo la lluvia, o llamados a evitar el tráfico de la fauna silvestre son algunos de los mensajes o imágenes que los venezolanos pueden toparse en el camino al emprender su viaje.

Pero un traslado por placer o trabajo puede convertirse en un viaje de pesares en medio de las severas restricciones que existen en Venezuela para movilizarse de una ciudad a otra por aire, tierra o mar.

Una de las situaciones más dramáticas la viven los usuarios de las líneas aéreas que sienten la significativa reducción de vuelos.

La industria aérea es una de las más afectadas por el retraso en la liquidación de divisas de un estricto control de cambio desde hace más de una década, lo que ha reducido de más a menos las operaciones del sector.

“Es un desastre”, repiten incansablemente los pasajeros ante los distintos terminales aéreos mientras se convierten en los más cercanos amigos, y se anotan de una lista a otra en un intento de cazar un boleto de avión. Quienes deben esperar horas y horas para volar a su destino, cuentan historias y se quejan como propios y a la vez extraños. La historia de los vuelos al exterior, es otra, no tan encantadora.

Quizás el colapso de pasajeros en los aeropuertos nacionales obedece a la sobreventa de boletos, o las movilizaciones sin asegurar un ticket de regreso ante el adelanto de un viaje por emergencia, trabajo, o placer; o simplemente porque no hay suficientes aeronaves. Ni hablar de la renovación o reforzamiento de la flota con nuevos aviones.

El domingo pasado, por ejemplo, a las 4 de la mañana y ya rodaban algunos de los improvisados papeles arrancados de un cuaderno, agenda y escritos a mano con los nombres de las personas que hacen una fila invisible en el Aeropuerto Internacional del Caribe Santiago Mariño de Porlamar. Más tarde la lista de espera, manejada por los pasajeros pues las aerolíneas se niegan a ordenarlos, llegaría a unas 80 personas.

Una lista que al final del camino beneficia a 1 ó 2 personas, y eso si los trabajadores de las aerolíneas se compadecen de los expectantes y agotados pasajeros, sin contar a quienes recurren a la llamada “gestoría de boletos”.

Hace unas semanas, Conviasa detectó la irregularidad, por lo que despidió y pidió investigar a un grupo de trabajadores. Aunque no ha revelado si solventó la situación.

No es broma

En todo caso, con boleto o sin boleto, puede ser lo mismo. La instrucción de llegar 2 horas antes de vuelo, en el caso de los nacionales, no es broma. Llegar tarde y corriendo puede significar perder el asiento y tener que quedarse ese día, esa noche, en la ciudad ajena. Darse el lujo de llegar tarde es cosa del pasado.

Jorge, un empresario, de jeans y con una franela ceñida al cuerpo, perdió su vuelo Porlamar-Valencia de las 9 de la mañana, porque su asistente no llegó a tiempo para entregarle el boleto. Rodeado de su equipaje y muchas bolsas, miraba perplejo el desorden en el aeropuerto de Margarita.

Pero logró salir de la isla. Habló con un funcionario de Aeropostal y pagó su pasaje en efectivo. Dos personas miraron atónicas y con la boca entreabierta, entre ellas Gabriel, un joven músico que tenía su piano en una maleta negra especial y un morral como único equipaje. La gestión de Jorge culminó con un pasaje de salida de la cada vez más desconectada isla, y por supuesto, caminó sonriente.

Los menos afortunados seguían en el peregrinaje, y no precisamente de una procesión religiosa. El aeropuerto de Margarita es el más vivo ejemplo de ello, aunque seguramente no el único: gente durmiendo en el piso con sus equipajes como almohadas o sentados en el suelo por el dolor en las piernas por la larga espera, caras estiradas y agotadas. Incluso apoyando la comida rápida en el suelo para no alejarse de la posibilidad de volver a tierra firme.

Alfredo, un joven de 28 años, se paró a las 4 de la mañana del domingo 19 de octubre ante el mostrador de la línea aérea Conviasa después de pasar el sábado todo el día en el terminal y no poder viajar. El día anterior perdió las esperanzas a las 7 de la noche por el miedo a devolverse a Porlamar muy tarde.

 

El segundo día inició la guardia más temprano y la suerte lo acompañó pues logró “salir de la isla” al mediodía. Estaba de segundo en la segunda lista del día, que a esa hora tenía 30 personas. Las líneas aéreas dicen que se niegan a elaborar las listas para evitar compromisos.

De la lista previa a la llegada de Alfredo se fueron unos 20 viajeros: unos 8 en puestos vacíos de Rutaca hacia Maiquetía y otros 11 en un vuelo charter a Higuerote (en Miranda) que alguien ofreció. Al menos eso contaban los pasajeros.

Los empleados de las aerolíneas decían poco más que “espere detrás de la banda” y “hable con los otros pasajeros que deben tener una lista de espera”.

Pero un empleado de Conviasa, que portaba un chaleco que lo identificaba como Caribe Sosa, tuvo que responder las preguntas de una pasajera: “No hacemos lista de espera porque el pasajero asume que la línea tiene una responsabilidad para con él”. Dijo que la empresa espera que “se llene el vuelo y luego es que van con la lista de espera que hicieron los propios pasajeros”. De todas maneras, la lista desapareció en la tarde cuando tenía más de 40 personas.

“Alguien se la llevó”, dijeron algunos pasajeros, y otros insistieron que una gerente de Conviasa “salió brava y la rompió” diciendo que ellos “no trabajaban con eso”.

Empleados de la aerolínea Laser afirmaron que no manejan lista de espera también por evitar compromisos. 

A las 11 y 15 de la mañana, los pasajeros de Aeropostal tenían su propio inventario artesanal de 40 pasajeros con ganas de salir de Margarita.

A las 11 y 23 de la mañana del domingo Conviasa vendió un boleto a Maiquetía a un caballero de unos 80 años.

Más atrás los de la lista no pensaron en preguntar la disponibilidad de asientos que se abría. “La cosa es salir de la crisis”, dijo la primera de la lista que a esa hora caminaba de un lado a otra. “Uno no puede ir a reclamar nada porque te miran mal y pierdes”, remató.

Dos pasajeras angustiadas partieron a la 1 de la tarde a las oficinas del ferry Gran Cacique Express al otro extremo del aeropuerto para abandonar Margarita, pero regresaron al terminal aéreo en poco tiempo con el fracaso del intento marino a cuestas.

Un asiento vacío y el vuelo fantasma

7 de la noche del lunes 20 de octubre en el aeropuerto internacional de Barcelona: un hombre de unos 80 años con apnas una maleta pequeña llega al chequeo para tomar su vuelo que en teoría saldría media hora después hacia Maiquetía. Lo devuelven, “tiene que llegar con dos horas de anticipación”, regaña con cara muy seria el supervisor de Laser, quien ya sabía que el avión partiría con dos horas de retraso (finalmente serían tres horas).

Segundos antes, dos pasajeras, Patricia y Deisy (periodistas) abordaron con tickets comprados ese mismo día por internet. El supervisor también se exasperó con su reclamo, ellas también estaban tarde, pero no pudo hacer nada ante la evidencia de que el sistema había emitido boletos para un vuelo que no existe: el de las 9 de la noche. Con la mirada pegada al escritorio y sin verlas a los ojos, al final las montó en el avión.

En el vuelo de las 7, que partió a las 10, un asiento del anciano se fue vacío, quizás el del hombre que llegó con solo media hora de anticipación.

Patricia y Deisy procedían originalmente de Margarita y habían logrado montarse el domingo 19 en un avión de Rutaca hacia Barcelona después de esperar más de 12 horas para comprar un boleto, y una paciente espera que sólo las llevaba de lista en lista. A esa altura, la opción de Barcelona era la que ofrecía más posibilidades de salir de la isla y tocar tierra firme, pues desde esa ciudad era más fácil regresar a sus casas. Esa noche, después de un agitado aterrizaje, durmieron en Puerto La Cruz y emocionadas por estar alojadas tan cerca de la refinería de Puerto La Cruz. El espectáculo del mechurrio de la planta borró las más de 48 horas de stress por un vuelo.

Pero igual, comprar un boleto con antelación no garantiza nada. Nadie se salva. Los retrasos pueden durar horas y horas, y dejar a los pasajeros atrapados en los aeropuertos sin posibilidad de cambiar el plan de vuelo. El cambio para viajar otro día podría conducir a un error y dejar al pasajero con posibilidades casi nulas de salir.

Marisela se presentó a las 5 de la tarde en el counter de la línea Aserca en Barquisimeto para regresar en un vuelo programado para las 6 de la tarde. Había asistido a una breve reunión de trabajo. A las 12 de la noche y no sacaba conclusiones de la reunión, sino que se agitaba en un subibaja de emociones esperando que siquiera el avión apareciera en la pista.

Funcionarios de la empresa no se asomaban, no ofrecieron un cafecito a los clientes, menos aún alimentos, pese a la espera. Nadie decía nada. Había ancianos, diabéticos y mujeres embarazadas y ni cena les ofrecieron después de 7 horas de espera.

En Maiquetía una amable funcionaria contaba a esa hora a una compañera de trabajo de Marisela, que Aserca tenía un día difícil con solo con tres aviones para cubrir todo el país. No hubo más detalles. Sin embargo, la funcionaria, dijo que la aerolínea -y eran las 12 de la noche- hizo un extraordinario esfuerzo para mover a sus pasajeros.

A las 2 de la mañana, Marisela abordó. Llegó a su casa en Caracas a las 4 de la mañana, con la aventura de subir en plena madrugada por la peligrosa autopista La Guaira-Caracas.

Pasajes en efectivo

En algunas líneas aéreas dicen que “por órdenes desde Caracas” venden los boletos para los rezagados, pero solo en efectivo. Es difícil detectar desde lejos los billetes que se pagan, lo único que se observa es el salir de los billetes de los monederos.

En el aeropuerto reina la falta de información, nadie pregunta la razón de la ausencia de listas formales de espera, tampoco increpan sobre el retraso. Las empresas anuncian en carteles: “No hay lista de espera” y nadie presiona ante el argumento de que “el avión entró en mantenimiento”. El miedo a volar no parece adecuado en estas circunstancias.

Y las líneas hablan en voz baja de las compensaciones de unas con otras porque “tienen una contingencia” y montan a los desprevenidos rezagados de un vuelo que dejó de hacerse o de un avión que debió sustituirse por uno más pequeño. Nadie explica la contingencia.

El stress y el cansancio agotan en medio del ir y venir de las listas y los pagos en efectivo. El piso está polvoriento, solo en el baño hay enchufes para cargar el teléfono y avisar a la familia que hay mucho retraso y poca disponibilidad. Del otro lado, la familia no entiende, más bien increpa al pasajero.

En la rutina a diaria de los aeropuertos venezolanos hay amigos improvisados, a veces comida y quizás efectivo en el cajero, o en tiendas y con comisiones, por si hay que pagar el boleto.

Las líneas aéreas redujeron la frecuencia de vuelos por restricciones en medio del prolongado control de cambio, que ha afectado el número de aviones disponibles. La falta de liquidaciones de divisas también podría dejar un avión en un hangar y a pasajeros sentados y durmiendo en sillas.

Voceros del sector señalan que alrededor de la mitad de la flota aérea nacional se mantiene sin operar por falta de mantenimiento porque el Estado no ha liquidado las divisas a las empresas para adquirir piezas o repuestos. Un aeropuerto puede mostrar una radiografía del país, un sector económico sensiblemente afectado por un control cambiario vigente desde hace una década.

De los 250 millones de dólares pendientes por liquidar a las aerolíneas nacionales, el Gobierno había ordenado entregar de inmediato 186,9 millones de dólares. Sin embargo, según fuentes, no todo el pago se ha concretado.

Deisy Buitrago

Con colaboración de Patricia Rondón y Marisela Castillo

redaccion@dinero.com.ve

 

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