En Venezuela añoran famosas bebidas espirituosas del Médico Asesino
El Médico Asesino, un luchador mexicano muy famoso en la década de 1950, tuvo en Caracas a su homónimo, que aun sin aplicar llave alguna como castigo, lanzó a la lona a más de uno por la ingesta excesiva de sus hoy añoradas bebidas espirituosas.
Así lo recuerda Celestino Aristimuño, habitante de la parroquia Catia, al oeste de Caracas, sector donde funcionaba la cantina o bar “Canaima” de Ricardo Carvajal, un admirador de Cesáreo Anselmo Manríquez González, uno de los grandes luchadores mexicanos.
“El apodo del Médico Asesino con el que se conocía a Carvajal, más que a la potencia de sus preparados, se debía a la afición que existía anteriormente de tomar como propios los nombres de los luchadores libres que uno admiraba”, dijo Aristimuño.
A despecho de su inquietante apodo, quienes conocieron a Carvajal aseguran que era un hombre alegre, pacífico, emprendedor y padre de cuatro hijos. Todavía hacer mención del Médico Asesino en cualquier esquina de Catia provoca risas e incluso nostálgicas.
Aristimuño resaltó que “varias generaciones de caraqueños se deleitaron con las guarapitas del famoso Médico Asesino, pero muy pocos recuerdan hoy el nombre de Ricardo Carvajal. Sólo saben que murió y que sus hijos no siguieron con su negocio”.
Recordó que el 27 de abril de 1956, presenciaron por televisión una jornada estelar de lucha libre, encabezada por el Médico Asesino, quien se hizo acompañar del enmascarado de plata (Santo) para derrotar a Blue Demon y Rolando Vera. “En el bar no cabía una persona más”.
Sus combinados de alcohol de “alto octanaje” con frutas cítricas (parchita, piña, guayaba y guanábana), eran las mezclas preferidas por los caraqueños, quienes las adquirían en botellas sin etiqueta y discretamente envueltas en papel periódico, rememoró Aristimuño.
Ramón Piñango (de 83 años), vecino de Catia, relató que de todas partes de Caracas venían a comprar las guarapitas del Médico Asesino. “Hasta políticos llegaban de madrugada al bar buscando algunas botellas del sabroso licor elaborado en casa”.
Refirió que Daniel Santos, Julio Jaramillo, Boby Capó y Rolando Laserie, eran clientes del negocio y que cuando estos visitaban Caracas, corrían donde el médico asesino para degustar sus guarapitas y el famoso “Zamurito”, que era un afrodisiaco infalible.
“Su ingenio no sólo lo llevó a crear mezclas nuevas, sino a inventarle nombres como “Zamurito”, que resultaba de la combinación de brandy, vino y ciruela. Su negocio fue tan exitoso que otros intentaron replicarlo pero fracasaron”, dijo Piñango.
Los que eran jóvenes en las décadas de 1950, 1960 y hasta 1970 se acuerdan de haber agarrado alguna vez una buena curda (borrachera) después de haber estado libando, en cualquier fiesta las guarapitas de Ricardo Carvajal.
“Su negocio era el más visitado por los universitarios. Uno hacía una vaca de 10 bolívares y con una botella de guarapita, un picó (tocadisco) y un longplay de la Fania prendíamos una fiesta”, recordó sonriente el ex legislador Jesús Sotillo Luna.
“Carvajal no se hizo millonario ni se preocupó por comercializar sus productos, llevándose a la tumba el secreto de sus legendarias combinaciones alcohólicas. Nunca patentó la fórmula, ni quiso que sus hijos aprendieran a fabricar la bebida”, dijo Sotillo.
El tiempo va transformando la ciudad y los vestigios de aquella vieja Caracas apenas si se conservan ante las arremetidas implacables de las piquetas y maquinarias que le abren paso al progreso y a la modernidad.
Hoy en día, en lugar del Bar Canaima, lo que existe es una venta de repuestos automotores. Sin embargo, la leyenda del Médico Asesino ronda aun por las calles de Catia y el sabor de sus bebidas no ha desaparecido por completo del paladar de los más viejitos. Notimex/Yahoo Noticias
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