¡Es la economía!
En agosto de 2014 el dólar libre (libre: por qué está disponible para todo aquel que pueda comprarlo) no superaba los Bs. 90. Un año después alcanza los Bs. 700. En otras palabras estamos frente a una devaluación cercana al 700 por ciento. Catastrófica para cualquier sociedad, pero, ¿cuál fue la causa de este desastre? Sin lugar a dudas la guerra económica y por ello debe entenderse la gran cantidad de medidas hostiles hacia la empresa privada y hacia los ciudadanos en general.
En primer lugar, el gobierno tiene el monopolio de las divisas. Para acceder a ellas hay que cumplir una serie de requisitos establecidos en diferentes mecanismos que cambian al mismo tiempo que cambian los nombres que les otorgan. Así pasamos de Cadivi, a Sitme, Cencoex y Simadi. El asunto es que el otorgamiento de los dólares es potestad de los funcionarios de turno, aún cuando existan compromisos formales de pago, tal es el caso de la deuda con líneas aéreas internacionales.
Por lo general las devaluaciones ocurren para trasladar el efecto de la inflación interna al tipo de cambio. Si esto fuera así, -y suponiendo que en doce meses hemos tenido una inflación interna cerca al 230 %,- hoy el tipo de cambio debería aproximarse a Bs. 207 por unidad de dólar. La diferencia es una especie de impuesto al consumo que nos ha aplicado el equipo de gobierno socialista y revolucionario.
En segundo lugar, la ley de precios justos se ha convertido en un verdadero “detente” al empresario emprendedor que se atreve a emplear sus dólares para traer mercancía al país para atender una demanda interna. En sus cálculos está que cada dólar utilizado tiene un valor cercano a Bs. 700, sin embargo cuando nacionalice la mercancía le aplicarán la tasa SIMADI que a la fecha está en Bs.199. Debido a ello y para cumplir con la ley de precios justos deberá costear y etiquetar la mercancía a Bs.199 por dólar más el pírrico porcentaje de ganancia del 30 %, incurriendo en una pérdida de Bs. 500 por billete verde.
Otro de los problemas que genera la ley de precios justos es que en un país con una inflación cercana al 200 por ciento estimar un beneficio del 30 por ciento es un incentivo para abandonar cualquier tipo de negocio.
Como siempre los platos rotos, los pagaremos los pendejos, es decir Ud. Y yo, que al momento de querer comprar un par de zapatos encontramos que los más baratos cuestan el equivalente a dos salarios mínimos mientras el vendedor nos recomienda que compremos dos por que en diciembre no habrá zapatos.
La gran debacle está a pocos pasos, quizás tan cerca como pueden estar las soluciones para evitarlo. En momentos como este, el desaparecido presidente Chavez haría un viraje o un simple detente para detener la caída evidente. El presidente actual está en la búsqueda de un Dakazo que le permita remontar unas encuestas que preferiría leer de abajo hacia arriba.
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