2015: Annus horribilis
Culminado el primer trimestre de 2015 (1T2015), la situación económica de Venezuela es crítica. Los indicadores más relevantes así lo señalan: hay un “desbordamiento” de la crisis; la inflación anual al cierre de febrero, según datos extraoficiales, se ubica en 137,1%; los indicadores de escasez están por encima de 30,0%; y la brecha cambiaria alcanza la estratosférica cifra de 3.897,0%. Adicionalmente, la liquidación de divisas se encuentra en mínimos históricos. En el primer trimestre del año, el sector privado estaría recibiendo, a través de los canales oficiales alrededor de US$40,4 millones/día, una merma de 61,1% respecto al mismo período de 2014.
En 2015 la tasa de inflación anual para Venezuela puede alcanzar un nuevo récord histórico. La aceleración inflacionaria de los últimos meses es un signo de la gravedad de la crisis económica, dados los impactos que esto tiene en toda la dinámica del país. Adicionalmente, la llamada “inflación subyacente” que desde Ecoanalítica medimos, da cuenta de que la brecha entre ambas tasas se ha disparado en forma importante. Hoy podemos decir con propiedad que la tasa de inflación reportada por el BCV es más un nivel piso de la inflación en Venezuela.
En términos sociales, la caída del poder adquisitivo, medida a través del salario promedio, está cercana a 12,1% (en términos reales), lo cual explica el nivel mínimo en que se encuentra la popularidad del presidente Nicolás Maduro. En el sector externo, las reservas internacionales están rondando los US$20.009 millones, y la caída se ha amortiguado debido a que el Ejecutivo está liquidando niveles mínimos de divisas para el sector privado.
En materia cambiaria, el Ejecutivo optó por mantener el régimen de cambio múltiple dentro de un esquema altamente ineficiente, pues la devaluación tiene un efecto negativo importante en los consumidores pero muy limitado en el sector público, quien debió ser su principal beneficiario, dado el shock negativo en ingresos producto de la caída en los precios petroleros. La consecuencia es que la reducción del déficit fiscal es mínima y el Gobierno seguirá optando por el mecanismo de financiamiento monetario vía el BCV, con sus impactos negativos en los diferentes mercados y, muy especialmente, en el mercado cambiario.
En este cuadro tan complejo se suma el desempeño de la actividad económica. Ecoanalítica estima que la economía del año pasado se contrajo 4,1%. Para este año, hemos revisado nuestro estimado y ubicamos la contracción en 7,1%. Lo que pasa en Venezuela actualmente es mucho más grave que la típica estanflación. Pudiese categorizarse como una “recesión estructural”, siendo además un shock de oferta, es decir, afectando la producción de bienes y servicios. Esto amerita el diseño de un conjunto de medidas enmarcadas en un plan de ajuste y estabilización, que por lo pronto el Ejecutivo no parece dispuesto a asumir.
La apuesta del Ejecutivo es resistir la crisis, sin mayores ajustes hasta que los precios petroleros vuelvan a subir. Es claro que ante un alza de los precios petroleros la economía venezolana tendría una leve recuperación, pero difícilmente volverá a experimentar elevadas tasas de crecimiento. Mientras el Gobierno de Maduro se resista a trabajar conjuntamente con el sector privado, nuestras tasas de crecimiento se mantendrán por debajo del nivel potencial con pobres resultados para la población en general. Si la tesis es tener al Estado como protagonista, nuestra economía no va a exhibir mejores resultados.
En la actual coyuntura, el Ejecutivo apela a su sobrevivencia mediante la “caotización”, una estrategia que mezcla la radicalización, la represión y medidas aisladas, mientras que el sector privado debe enfrentar una baja en el poder adquisitivo, importantes distorsiones en el mercado cambiario, incremento de los controles y las regulaciones, además de la amenaza de los órganos del Estado respecto a la intervención directa en las decisiones de producción y comercialización. Una terrible contradicción, pues una respuesta asertiva para enfrentar la crisis es establecer mecanismos de cooperación entre el Estado y el sector privado.
La clave del éxito está en las mayorías. Los estratos bajos siguen siendo una oportunidad para los negocios en Venezuela, incluso en épocas de crisis. También vendrá una sinceración en los precios de los activos, especialmente inmuebles, que constituyen un nicho de oportunidad. La manera de protegerse de la inflación y la crisis es cubriéndose.
Por último, no olvidemos que, como el matrimonio, el mundo de los negocios es incierto. La clave del éxito está en anticiparse y en generar un mejor conocimiento del entorno. Definitivamente, 2015 y 2016 son dos años interesantes, como dirían los milenarios chinos.
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