La riqueza no es inapropiada, es parte de la solución
Entre el 10 y el 12 de octubre de este año, la ciudad de Washington recibió a directores de Bancos Centrales y ministros de Hacienda y Desarrollo, ejecutivos del sector privado y académicos de todo el mundo, para la reunión anual entre el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. El objeto de dichos encuentros, sostenidos anualmente desde 1946, es “debatir temas que generan preocupación en todo el mundo, tales como las perspectivas económicas mundiales, el fin de la pobreza, el desarrollo económico y la eficacia de la ayuda (humanitaria)”.
En los eventos preparativos a estos encuentros, el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, nacido en Corea y médico especializado en enfermedades infecciosas de profesión, ofreció un discurso en la Universidad de Howard, cuyo tema central fue el impulso de la “prosperidad compartida”. En este evento, dio parte del estado de su gestión al frente del Banco Mundial, enfocada al logro de dos objetivos: (i) poner fin a la pobreza extrema a más tardar en 2030, y (ii) impulsar la prosperidad compartida entre el 40% más pobre de la población de los países en desarrollo.
El primer objetivo se concentra en la erradicación de la pobreza, con foco en África Subsahariana, donde hay 450 millones de personas sumidas en pobreza extrema. Según explicó Kim, “en 1990, el 36% de la población mundial -1.900 millones de personas- ganaba menos de US$1,25 al día. Para el 2015, esa tasa habrá caído al 12%, lo que representa una reducción de dos tercios en 25 años”.
Por su parte, el segundo objetivo se propone disminuir la inequidad o desigualdad entre los que más y los que menos tienen en los países en desarrollo; siendo éste un fenómeno particularmente agudo en América Latina. Para lograr una mejor distribución de la riqueza y, por ende, disminuir la desigualdad, el Banco Mundial se ha propuesto ayudar a los países de ingreso bajo a hacer crecer sus economías, al tiempo que los pobres de estos países, participen efectivamente de los beneficios de ese crecimiento. Además de centrarse en el aumento de los ingresos, el impulso de la prosperidad compartida también contempla la igualdad de género, el acceso de las personas de bajos ingresos a los alimentos, la vivienda, el agua potable, el saneamiento y la atención de la salud, la educación y el empleo.
Fue particularmente relevante el análisis que hizo el Presidente Kim sobre el capitalismo como sistema económico. Siendo el más alto representante de una organización creada por el mismo sistema capitalista, Kim reconoció que la legitimidad de un sistema económico depende de su capacidad de lograr que todas las personas tengan acceso a dos cosas: a la riqueza que genera y a los beneficios sociales que surgen de esa riqueza. Y, en este sentido, el capitalismo ha sido problema y solución, al punto de que ha sido capaz de generar riqueza, pero ésta no suele distribuirse entre toda la población.
No obstante, siendo un sistema con errores, un método perfectible, Kim también reconoció lo imprescindible que es que el sistema económico reconozca y premie el esfuerzo individual. De lo contrario, desaparece la motivación personal a esforzarse y superarse; esto es algo que -según Kim- debe ser protegido. Además, el capitalismo ha sido capaz de traer desarrollo e innovación al mundo, desde la época de la Revolución Industrial.
Y es en ese punto donde es fundamental el trabajo conjunto entre un sector privado pujante, como principal generador de empleo e innovación, de la mano de un Estado que regule las fallas y logre atender a las poblaciones más vulnerables, generando oportunidades. La historia económica ha más que comprobado que la incursión del sector público en el quehacer privado no es eficiente, ya que desaparece el incentivo propio del emprendimiento privado, que no es otro que otorgar mayor remuneración al mayor esfuerzo. Los impuestos que pagan los privados, además de financiar el aparato público, deben tener como fin diseñar políticas que generen oportunidades y así distribuir la riqueza, directa e indirectamente.
El Presidente Kim, en su discurso, terminó citando a Martin Luther King -su héroe personal- quien habló del desafío de erradicar la pobreza en el mundo. El doctor King, antes de morir, tenía previsto realizar una marcha en Washington que llamó la “Campaña de los Pobres”, dirigida a “solicitar al Gobierno que se dedique al problema de la pobreza”. Según él mismo explicaba, en esta misión la riqueza no era inapropiada, sino que era parte de la solución.
Cada país debe tener la capacidad de identificar sus potencialidades y desarrollarlas, pero esto no es posible dándole la espalda al sector privado. Los principales aliados de un gobierno son sus conciudadanos, empresarios, trabajadores, académicos, estudiantes; y hacia ellos debe enfocar todo su apoyo para generar bienestar, crecimiento y “prosperidad compartida”.
Marinelly Diaz Saporiti
Tomando el pulso
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