2014: ¿El año del viraje?
Venezuela cerró 2013 con el desempeño macroeconómico más pobre de los países emergentes en América Latina. Cuatro indicadores –aunque todavía en materia de crecimiento y fiscal no hay cifras oficiales (al cierre de la edición)– son elocuentes: el crecimiento preliminar de la economía se redujo desde 5,6% en 2012 a 1,6% en 2013; la inflación alcanzó el nivel más alto desde que el chavismo está en el poder: 56,2%; el déficit fiscal se ubica en 11,5 puntos de Producto Interno Bruto (PIB), el más alto para un país emergente y el diferencial cambiario terminó el año en 917,9%, un nivel nunca visto en nuestra ya larga historia de controles. Es claro, pues, que la economía venezolana se encuentra en crisis y urge no sólo la aplicación de medidas en diferentes ámbitos para contrarrestar los problemas, sino una revisión a fondo del modelo de desarrollo aplicado hasta ahora.
El 2014 se inicia con las expectativas de cambios y de aplicaciones de medidas por parte del Gobierno para atacar la crisis, aderezado, claro está, por el elemento ideológico: la guerra económica. Un eufemismo esgrimido por el gobierno para distraer la atención sobre el meollo del asunto: la problemática económica de Venezuela tiene que ver con que el actual modelo caducó. Este modelo que se comenzó a aplicar en 2004, cuyo elemento más característico es el uso político de la renta petrolera, entró en crisis en 2009 y ya para el momento actual se encuentra en situación crítica.
En medio de la situación económica, a mediados de febrero entra en juego un nuevo elemento: la situación política. Al momento de escribir este artículo, importantes ciudades del país tienen semanas en protestas, lideradas por los estudiantes y sin que el Gobierno y los factores de oposición hayan logrado conseguir una salida de consenso o negociada, generando un ambiente no solo de tensión social, sino de incertidumbre política.
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