Sola, fané y descangallada
La arbitraria decisión de Cristina Kirchner de no asistir a la toma de posesión del presidente electo Mauricio Macri, el 10 de diciembre en Buenos Aires, no sólo va en contra de todas las normas protocolares y del propio espíritu democrático, sino que representa la coronación de una conducta enfermiza, que la Presidente manifestó sin tapujos desde que la coalición Cambiemos, con Macri a la cabeza, obtuvo en las urnas un rotundo triunfo, que ella no toleró.
Con su decisión, realmente auto incriminatoria, no hace sino darle un aberrante puntapié a la razón y un grotesco final a su cuestionada gestión, plagada de desaciertos económicos, lacerante corrupción y búsqueda permanente de enemigos, internos y externos (los medios, los productores del campo, los fondos “buitre”, el imperialismo y un largo etcétera). Su candidato, Daniel Scioli –a quien ella también detesta—perdió justamente por eso. Por ejemplo, en la provincia de Córdoba, donde se consolidó la diferencia de votos a favor del cambio, hubo por años reiteradas agresiones de CK al buen gobernador local peronista, José Manuel de la Sota, a quien ella nunca quiso. Y Córdoba se la cobró.
Junto a Cristina también faltará a la ceremonia el llamado bloque de diputados kirchneristas. Esto confirma un pésimo mensaje al país y al mundo, que evidencia el desapego kirchnerista hacia las instituciones y profundiza la grieta política y social que generó. Por suerte para Argentina, esa no es la conducta de las corrientes peronistas donde militan Daniel Scioli o Sergio Massa, ni tampoco la del sector sindical, “columna vertebral del Movimiento”, según definió Juan Perón. Es probable que ellos más bien ayuden al nuevo Gobierno a amortiguar las antinomias y trabajar en paz por un país mejor.
Esos peronistas, a la vez, deberán dar batalla interna por la conducción del movimiento, enfrentando a la arbitraria Cristina, que ya les disputa ferozmente el poder partidista, aunque sin tenerlas todas consigo. Porque con el anti ejemplo que acaba de dar -y que solo aplauden sus talibanes y el populismo más recalcitrante— sumado a las crisis derivadas de su gestión y a los hechos irregulares en el manejo de la cosa pública (que pueden traerle incluso problemas judiciales), la señora quizá termine peor que la protagonista del tango “Esta Noche me Emborracho”, cuya letra da título a esta nota.
Tomando el pulso
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