Seis retos para un país mejor
El balance de este cuarto de siglo en que le ha tocado actuar a DINERO, como publicación líder del mercado en el área de economía y negocios, no es bueno. No para la revista –que no vamos a hablar de ella— sino para el país.
Fueron 25 años en los cuales, desafortunadamente, los gobiernos venezolanos han repetido, incluso en nombre de tontas revanchas políticas y proyectos personalistas, graves errores que en los últimos tres lustros se profundizaron hasta dar con la larga crisis que tenemos, impropia de una nación con tantas riquezas y recursos.
Venezuela es el único país de América Latina que en estos 25 años –partiendo además de una privilegiada posición económica y política, pues tuvo democracia cuando los demás padecían terribles dictaduras- ha retrocedido no solo en lo económico, sino en todos los sentidos. El único que demuestra cero capacidad de aprendizaje para corregir el rumbo y conducirse hacia la prosperidad.
He aquí el primer reto de cara al futuro: el Gobierno, los ciudadanos, las empresas, todas las fuerzas políticas y sociales que involucran al país entero, deben hacer un profundo ejercicio de reflexión sobre los errores: un mea culpa que conduzca a un cambio de actitud.
De esa meditación social y política debe surgir el segundo reto: actuar. Porque no basta con reconocer los errores, hay que corregirlos. La acción es obligatoria en momentos aciagos como los que atraviesa el país. Derrotar la parsimonia y la abulia, accionando con la celeridad y la urgencia que exigen las circunstancias de alta inflación, macro devaluación, destrucción del parque industrial, profunda escasez, falta de producción y demás etcéteras.
Claro que allí viene el tercer reto, muy empatado con el segundo. El qué hacer y cómo. Crear el proyecto país que necesitamos, trascendiendo filiaciones políticas y ambiciones sectoriales para enfocarse en el buen gobierno que logra el bienestar de la ciudadanía. Hay muchos ejemplos a seguir: Perú, Brasil y nuestra hermana Colombia, son los más recientes. Ellos lograron deslastrarse de oscuras crisis, con similar pasado de dependencia e improductividad, pusieron manos a la obra y hoy exhiben crecimientos espectaculares. Consecuencia no solo de profundas reformas, sino de la continuidad de sus acertadas políticas públicas. Tener cada cual su proyecto país bien definido. Ese es el reto mayor de todos, de verdad.
Y el cuarto implica también fijarse en lo bien que lo han hecho otros. Porque el cuarto reto es mantener el rumbo. Una vez que se logren hacer las cosas bien, tratar de que las virtudes se sostengan en el tiempo, por mucho tiempo. Allí el máximo ejemplo es Chile, sin duda alguna. Chile viene haciéndolo bien durante todo este cuarto de siglo y más. Gobiernos de distinto signo mantuvieron el proyecto país e incluso lo mejoraron. Demostrando que el trabajo se hace sostenible en el tiempo cuando no es una tarea de un solo período presidencial, ni de un solo equipo, ni de un solo partido. Es un objetivo de todos, a largo plazo.
Eso es lo que abre las puertas del quinto reto: trabajar juntos. Un país próspero no lo construye solo un gobierno y menos una sola persona. Trabajar juntos es la negación del caudillismo y su consecuencia perversa: el populismo. Trabajar juntos es actuar todos bajo un gobierno convocante, ensamblador de criterios, que amalgame voluntades, que establezca metas posibles, que haga de la empresa privada lo que es en el mundo moderno y desarrollado: un motor.
Tomando el pulso
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