Incentivos| El enfoque Polinomics
Los seres humanos respondemos a incentivos y Venezuela se convirtió en un país de incentivos perversos. Esto no es nuevo. Desde que el Gobierno comenzó a administrar la renta petrolera en los 70, se hizo dueño del poder de crear empleos y otorgar contratos sujetos a la lealtad partidista. En los 80, luego del boom petrolero, comenzaron los controles. Nuevamente el gobierno se hizo poderoso al controlar la asignación de divisas mediante Recadi.
Quizás el origen no venga de los 70. Quizás venga desde la colonia. Para profundizar un poco más, recomiendo leer The Colonial Origins of Comparative Development, un clásico de Acemiglou, Johnson y Robinson (http://www.nber.org/papers/w7771).
En este trabajo, entre otras cosas, se desarrolla la tesis de las instituciones extractivas. Cuando los ingleses llegaron a América y encontraron que su clima era muy parecido (la llamaron Nueva Inglaterra), desarrollaron las mismas instituciones que reproducían los derechos de propiedad y justicia, porque pensaban establecerse ahí. Cuando ellos mismos llegaron a África y los españoles al trópico, desarrollaron instituciones extractivas: sacar las riquezas para llevárselas a su país, porque en el trópico se iban a morir de malaria o cualquier otra enfermedad.
Lo cierto es que, desde entonces, Venezuela sigue manteniendo más o menos los mismos parámetros. Una monarquía o un gobierno que controla las riquezas y las instituciones. Para poder salir adelante, tienes que ser un verdadero enchufado. Tener un amigo en Recadi o en Cadivi, en la aduana, en el ministerio o tener una chapa. En los últimos años han proliferados los nuevos millonarios que con empresas de maletín y menos de 40 años han creado enormes riquezas a costas del Estado.
Lo peor, es que los venezolanos asumimos que el petróleo es nuestro y tenemos derecho a ser ricos sin necesidad de trabajar. No lo digo yo, lo dicen cientos de focus groups.
A esto se le suma la impunidad. Quienes se han beneficiado lo dicen con orgullo y creen que los demás son unos tontos por no hacerlo. Recomiendo leer el artículo “Estoy asqueado” de Luis Vicente León (http://www.eluniversal.com/opinion/131103/estoy-asqueado).
Estudios demuestran además que desde los hechos del Caracazo en 1989, los niveles de crimen e impunidad han crecido exponencialmente. En Venezuela se comenten no solo más de 20 mil homicidios anuales, sino centeneras de miles de delitos menores que ya se asumen como “algo normal” o la “viveza criolla”.
El otro factor del cóctel es el discurso gubernamental. Esto tampoco es nuevo. Según Lusinchi, Caldera o Maduro, todos los comerciantes son especuladores y acaparadores. Las desastrosas políticas del Gobierno no tienen la culpa de nada.
Frente a todo esto, el Gobierno llama a los militares a tomar una empresa de electrodomésticos y bajar los precios para venderlos a precio “justos”. La gente se aglomera en las tiendas, aprovechando la “manguangua”. Muchos la saquean. Ya ha pasado con las tomas de tierras. Pasó cuando Monagas abolió la esclavitud (leer Pobre Negro de Rómulo Gallegos).
¿Y después que pasa la montonera y hace “justicia” con sus propias manos qué? ¿Bajará la inflación? ¿Habrá menos escasez? Los resultados serán todo lo contrario.
Venezuela no solo necesita una reforma económica o un cambio de gobierno. Necesita un cambio de instituciones, de reglas del juego. Algo que incluye el manejo de la renta petrolera, la transparencia y la eliminación de controles. Lo peor es que hacer esto implica perder poder político, algo que los protagonistas no estarán dispuestos a hacer salvo que exista suficiente presión y se suscriba un acuerdo institucional entre todos los actores. Este es el reto.
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