Miércoles 04 de Diciembre de 2024

Se fue el gran líder, pero su legado no morirá

INTERNACIONALES
Nelson Mandela murió ayer por una infección pulmonar, pero su destacada labor en su lucha contra el racismo y la unidad de su país deja una huella indeleble en la historia

El presidente de Suráfrica, Jacob Zuma, anunció ayer que el ex presidente de ese país, Nelson Mandela, falleció a los 95 años. Murió en su casa de Johannesburgo a las 8:50 hora local rodeado de su familia, tras sufrir una infección pulmonar.

"Nuestro pueblo perdió a un padre. Aunque sabíamos que este día llegaría, nada puede disminuir el dolor", expresó Zuma.

Debido a que en junio de este año su estado de salud pasó a ser crítico, la edición de DINERO del mes de julio dedicó su editorial a este gran líder que logró unir a su país en una de las transiciones políticas más pacíficas que se hayan conocido en la historia. Aquí les dejamos las líneas que DINERO le dedicó a Mandela en esa oportunidad:

Cuando se escriben estas líneas, Nelson Mandela, que debería cumplir 95 años el 18 de julio, está gravemente enfermo, muy cercano a la muerte. Quizá incluso este abogado y luchador social infatigable, al que todos conocen como Mabida, haya fallecido cuando el lector tenga en sus manos esta edición. Pero dejará un legado indeleble, no sólo por su laborioso triunfo en la lucha por la igualdad racial, sino como símbolo del perdón, la reconciliación y la defensa de la democracia. Valores todos que lo distinguirán eternamente. 

Mandela fue liberado en 1990, a los 71 años, tras pagar cárcel durante 27 como preso político acusado de terrorismo, por su lucha desde su partido y en el Consejo Nacional Africano contra el régimen del apartheid en Sudáfrica. Pero las rejas de las tres prisiones que lo alojaron (la más famosa fue la de la isla de Robben) no le impidieron proseguir peleando por la igualdad de derechos civiles en un país donde la enorme mayoría negra --80 % de la población-- vivía  atrozmente marginada en lo social, cultural y económico. Con su libertad, obtenida gracias a la lucha interna y, finalmente, la presión internacional, consolidó un liderazgo político que lo llevó a ser el primer presidente electo en Sudáfrica por sufragio universal, directo y secreto en 1994. Gobernó hasta 1999 consolidando un sueño: construir una democracia multirracial. 

Pero a la vez sembró una conducta porque ejerció su mandato  con el norte de la reconciliación, apartando la tentación de la venganza y evitando enfrentamientos estériles que no hubieran conducido sino a la guerra civil. Supo fusionar el himno oficial Die Stem con la canción que entonaban los negros, el Nkosi Sikelel' iAfrika; y a poco de asumir la presidencia vistió los colores del  equipo nacional de rugby, durante la celebración de la copa mundial en 1994, desafiando el símbolo deportivo de la segregación racial. Fueron sólo dos ejemplos de muchos que dio a su país y al mundo. Y por los que mereció 250 premios y reconocimientos, entre ellos el Nobel de la Paz, quizá nunca mejor otorgado.

Hoy en día, Sudáfrica podrá padecer delincuencia,  corrupción y  pobreza −como algunos países en Latinoamérica, donde ciertos gobernantes admiran a Mandela, pero no siguen su ejemplo− y sin embargo hay paz social, seguridad, cero terrorismo y ninguna señal de desequilibrios políticos que conduzcan hacia el pasado. Al revés: funciona el estado de derecho; hay libertad de expresión; se espeta la igualdad y el imperio de la Ley. Blancos y negros conviven cordialmente, sin resentimiento y con respeto. Hay una democracia incuestionablemente estable.

Es el gran legado de Mandela, fruto de su ética política y su vocación de construir valor, que le hicieron abrazar un liderazgo ejemplar, ajeno a caudillismos nefastos o cultos personales. Mejor posicionado que nadie, evitó sin embargo presentarse para un segundo mandato y encaminó a  Sudáfrica en un curso distinto al de la mayoría de las demás naciones del continente negro y también, de paso, de la nueva realidad latinoamericana, donde cunde el pésimo ejemplo de la reelección eterna. Post apartheid, Sudáfrica ya ha tenido tres presidentes. Rige un sistema parlamentario bicameral, tomado del británico. El presidente es el jefe del gobierno, no el mandamás del país.

Un ideal que deberían seguir muchas naciones subdesarrolladas, viéndose en el espejo de qué tipo de país era Sudáfrica cuando Nelson Mandela salió de la prisión, en 1990, para iniciar su cruzada; y qué país es hoy, luego de que este líder transformador  pusiera su fuerte personalidad al servicio del antipersonalismo, modelando una nación realmente libre y soberana, integrada al mundo, lejana a los rencores inconducentes y próxima a una modernidad de ideas que la está llevando, sin prisa pero sin pausa, hacia un mejor futuro.  

 

 

Los números de Mandela

-27 años estuvo tras las rejas

-Durante 17 años fue el prisionero 466/64 de Robben Island

-En 2002, la Fundación Nelson Mandela inició la campaña 46664 para concienciar a la población mundial sobre el VIH-sida.

-En 2009, Naciones Unidas declaró el 18 de julio, día de su cumpleaños, el Día Internacional de Nelson Mandela.


 

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