Gasolina venezolana de contrabando impulsa economía de Guyana
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, movilizó a miles de soldados, cerró grandes franjas de la frontera de su país con Colombia y expulsó a cientos de inmigrantes en las recientes medidas enérgicas contra el contrabando. Es posible que ahora comience a mirar hacia otra frontera donde la nafta casi gratis de Venezuela fluye liberalmente.
La presencia de soldados está siendo reforzada cerca de la frontera oeste de Guyana, donde ciudades enteras subsisten gracias al combustible venezolano de contrabando y los puestos de mercado están repletos de productos introducidos ilegalmente. Durante años, las autoridades de este pequeño país sudamericano de habla inglesa no sólo miraron hacia otro lado sino que virtualmente aceptaron la práctica.
“No tenemos una estación de servicio”, dijo riéndose el vendedor de nafta Emanuel Slyvain, de 52 años, mientras extraía combustible venezolano de un tambor engrasado en las afueras de Mabaruma, una localidad fronteriza. “Nadie se toma la molestia siquiera”.
Los habitantes han pasado a depender de un flujo constante de lanchas de motor que transportan la nafta a través de los afluentes del poderoso Río Orinoco. Los contrabandistas dicen que se arriesgan a ir a la cárcel o a ser extorsionados por las fuerzas de seguridad venezolanas. Pero, en Guyana, los arrestos son tan poco frecuentes que la descarga se realiza a la luz del día.
Barriles de plástico
“Nosotros somos simplemente un barco, pero barcos como el nuestro vienen casi todos los días”, dijo Leroy Williams, de 23 años, mientras con su tripulación bajaba docenas de barriles de plástico sucios sobre la orilla de Mabaruma.
En Venezuela, llenar el tanque de un auto cuesta apenas centavos gracias a los enormes subsidios del gobierno. Usar la nafta contrabandeada en Guyana teóricamente es contrario a la ley. Pero en una gran parte de la región selvática de Essequibo –que alberga los sectores maderero y minero del país- la ley casi no se aplica. En vez del dólar por litro que se paga en los surtidores de la capital, la nafta se vende a la mitad de esa cifra.
Guyana importó 4,9 millones de barriles de combustible en 2014. Los funcionarios se negaron a estimar cuánto se contrabandea. Para Venezuela ya es suficientemente problemático regalar el combustible a su población a un costo de US$15.000 millones anuales. El hecho de que también se filtre a través de las fronteras a sus vecinos está disminuyendo lo que el gobierno podría vender a un precio final en los mercados internacionales para obtener los dólares tan necesarios para una economía estragada por la escasez y una inflación altísima.
Durante años el “comercio fronterizo”, como se lo denomina, ha sostenido los puestos avanzados guyaneses como Mabaruma, donde la nafta de Venezuela alimenta autos, lanchas y generadores hogareños. Los pobladores y los grupos de negocios dicen que esta política constituye un salvavidas para las zonas aisladas que el gobierno no puede abastecer. Los organismos de control, no obstante, critican la práctica.
“Deja a la región, y por extensión a todo el país, en una posición vulnerable”, dijo Calvin Bernard, presidente del Transparency Institute of Guyana Inc., una organización sin fines de lucro dedicada a poner en evidencia la corrupción. Se corre el riesgo, dice, de que los ciudadanos se vuelvan más dependientes de un vecino que de su propio gobierno –en momentos en que Venezuela está renovando su reclamo de siglos sobre casi dos tercios de territorio guyanés, incluida la zona de frontera.
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